ROSA IGNEA PDF SAMAEL AUN WEOR - AUTO CONOCIMIEMTO

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No hay árbol sin alma... Todo vegetal es el cuerpo físico de
una criatura elemental de la naturaleza...

Las plantas tienen alma, y las almas de las plantas encie-
rran todos los poderes de la Diosa Madre del Mundo...

Las almas de las plantas, son los elementales de la Natura-
leza. Estas criaturas inocentes todavía no han sido del Edén, y

por lo tanto aún no han perdido sus poderes ígneos...

Los elementales de las plantas, juguetean como niños ino-
centes entre las melodías inefables de este gran Edén de la

Diosa Madre del Mundo.
Los aromas del fuego nos embriagan, y llenos de éxtasis
nos elevamos a la dicha inefable del NIRVANA...
No hay nada que no tenga alma en esta creación ardiente...
Si observamos con los ojos del Espíritu el fondo ardiente de
una roca milenaria, vemos que cada átomo es el cuerpo físico
de una criatura elemental mineral, que lucha, ama y trabaja
entre el crepitar ardiente de las llamas universales, anhelando

intensamente subir las gradas ardientes del carbón y del dia-
mante, para tener la dicha de ingresar al reino sublime de los

vegetales...
Este libro huele a bosque, este libro huele a montaña... este
libro se lo arrancamos a las llamas del universo, y cada una de
sus palabras está escrita con ascuas ardientes...
Ahora queremos arrancarle a los gigantes de los bosques,
y a los niños inocentes de las aguas, de los aires, de las rocas
y de las llamas abrasadoras, todos los secretos de la sabiduría
antigua, para restaurar la sabiduría esotérica sobre la faz de la
tierra, e iniciar la Edad de MAITREYA entre el crepitar de
nuestros poderes que flamean.

Toda la magia elemental de los antiguos Hierofantes, chis-
porrotea abrasadoramente entre el Cáliz sagrado de las flores,

y entre las entrañas mismas de los árboles augustos de la
gran naturaleza.

ROSA IGNEA

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Hay que buscar la vieja sabiduría de los Hierofantes del
Egipto y de la Grecia, entre las rocas milenarias que desafían
el tiempo, y entre las cavernas subterráneas de las entrañas
de la tierra, donde el fuego abrasador chisporrotea, quemando
con sus llamas las escorias...
Vamos a separar el humo de las llamas, vamos a elaborar,
con el aroma del incentivo ardiente, el cuerpo de la
LIBERACIÓN, hecho del más puro almizcle.

Necesitamos una mente fogosa: Necesitamos pensamien-
tos que flameen... Necesitamos de la Mente-Cristo del

ARHAT, para penetrar en el incendio espantoso de estas lla-
mas universales, donde crepitan terriblemente los secretos de

la ROSA ÍGNEA de la naturaleza.
Elevemos nuestro cáliz flameante, entre el chisporrotear
ardiente de la Diosa Madre del Mundo. AGNI, ilumínanos, por
ti levanto mi cáliz. Encendamos una hoguera, y cantemos los

himnos ardientes del FUEGO entre la ROSA ÍGNEA del uni-
verso. Levantemos nuestro cáliz augusto, y brindemos por las

jerarquías de las llamas... ¡AGNI! ¡AGNI! ¡AGNI!

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